sábado, 19 de enero de 2013

No juzgues a nadie antes de no conocerlo


Había una vez, un dinosaurio despistado. Él, iba por el bosque, pensando en sus problemas y de repente, se encontró con otro animal. Él se alegró mucho de haber encontrado a alguien, ya que tenía los peores amigos del mundo. El dinosaurio se pensaba que el pájaro sería como todos sus amigos, por eso le puso petardos en la espalda. Cuando empezó a volar, el pájaro asustado quería quitarse los petardos, pero no pudo, y murió. El dinosaurio siguió caminando por el bosque, y como tenía hambre se comió otros pájaros. Más tarde, se sentía culpable, y decidió que no mataría a nadie más, antes de conocerlo, ya que podía ser un animal brillante.